
En La Resistencia Post, nos preguntamos: ¿es esta una verdadera evolución o una reconfiguración forzada, donde el editor se convierte en el conserje de algoritmos, asegurándose de que la máquina no cometa errores demasiado obvios?
Pero lo que la IA no puede imitar, nos aseguran, es la curaduría emocional, el ritmo narrativo que se siente orgánico y no calculado, y la intención estética que infunde significado a cada secuencia. Un editor humano entiende el subtexto, la psicología de un personaje, la tensión dramática de una escena y cómo un corte sutil puede alterar la percepción de un momento clave. Es la capacidad de elegir no solo dónde cortar, sino por qué ese corte evoca una respuesta específica en el espectador. La IA puede cortar al ritmo de la música, pero no puede comprender la melancolía de una mirada o la ironía de un silencio.
Nosotros, sin embargo, no somos tan optimistas. Esta nueva «libertad» viene con una carga. Las nuevas habilidades que necesita el editor moderno ya no se centran en el dominio del software de edición tradicional, sino en el prompt design para guiar a las IA generativas, la supervisión creativa de los resultados algorítmicos. Y, sí, un storytelling avanzado. El editor, nos dicen, debe ser un experto en narrativa, capaz de identificar los latidos de la historia, construir arcos emocionales y manipular el tiempo y el espacio. Ya no basta con saber usar Premiere o DaVinci Resolve; ahora hay que saber qué vale la pena editar y cómo hacerlo con intención.

Es innegable que la IA ha demostrado ser eficiente en la automatización de tareas repetitivas y basadas en patrones. Ya existen ejemplos de algoritmos que montan entrevistas eliminando pausas incómodas, generan resúmenes deportivos destacando momentos clave, o crean reels publicitarios basados en métricas de engagement. La velocidad del procesamiento de datos, la detección precisa de voz para subtitulado, la eliminación de ruido, la sincronización de audio y video, y la creación de cortes rápidos y rítmicos: en estos escenarios, donde la emoción o la complejidad narrativa no son prioritarias, la IA es una herramienta increíblemente eficiente. Un mero robot de la eficiencia.
Esto nos lleva a la cuestión crucial de cuándo conviene delegar y cuándo intervenir manualmente. Las tareas puramente mecánicas, repetitivas o que se benefician de la velocidad del procesamiento de datos son candidatas ideales para la delegación a la IA. Esto incluye la creación de rough cuts iniciales, la eliminación de fillers verbales, la sincronización multicámara o la generación de versiones rápidas para redes sociales. La intervención manual, por el contrario, se vuelve indispensable cuando se requiere juicio estético, profundidad emocional, sutileza narrativa, o cuando el objetivo es sorprender, desafiar o inspirar al público.
Esta es una redefinición de su rol, pasando de ser un operador de software a un estratega creativo que maximiza el potencial de las máquinas para potenciar su visión humana. Pero nosotros, en La Resistencia Post, somos escépticos. ¿Cuánto tiempo pasará antes de que la «sutileza» y la «empatía» sean solo nuevos conjuntos de datos para alimentar a un algoritmo más sofisticado? La historia nos ha enseñado que la máquina siempre busca imitar, y a veces, superar. ¿Y qué pasa si la audiencia, acostumbrada a la velocidad y la eficiencia algorítmica, empieza a preferir la perfección calculada a la imperfección conmovedora del arte humano?
El Nuevo Workflow del Editor: Supervisar Máquinas, ¿Perder el Alma?

La integración de la IA generativa en el pipeline de postproducción no es una simple mejora; es una metamorfosis radical del flujo de trabajo editorial. Ya no se trata solo de sentarse frente a una estación de edición y cortar manualmente. El editor moderno, nos dicen, está rediseñando su proceso para supervisar máquinas y potenciar ideas.
La principal ventaja que nos venden es cómo integrar la IA para acelerar las primeras versiones sin sacrificar calidad. Imaginen: la IA puede generar un rough cut automático de una entrevista, eliminando silencios y pausas. O puede ensamblar un sizzle reel inicial a partir de una biblioteca de metraje, identificando los «mejores» momentos. Esto no significa que la IA haga la película; significa que el editor no tiene que empezar de cero con horas de metraje. En lugar de ello, puede empezar con una base ya construida, dedicando su tiempo y energía a refinar, pulir y añadir la capa de arte y emoción que solo un humano puede aportar.
En este nuevo paradigma, los editores se convierten en líderes de flujos híbridos: humanos + algoritmos. Su rol es el de un orquestador, un supervisor de procesos que aprovecha la eficiencia de la IA para las tareas de volumen, mientras reserva su juicio y creatividad para el fine cut. Esto implica una comprensión profunda de las capacidades de la IA, saber cuándo usarla, cómo configurarla, y cuándo deshabilitarla para tomar el control manual. Es una danza, nos dicen, entre la automatización y la intervención artística, donde la máquina libera al humano para enfocarse en la visión global.
Las herramientas emergentes como RunwayML (que permite editar video con prompts de texto), Descript (que edita video al editar texto transcrito) y Autopod (para ediciones multicámara automatizadas y zooms inteligentes) son ejemplos claros de cómo la IA está optimizando tareas repetitivas. Estas plataformas no solo cortan, sino que pueden aplicar estilos, generar transiciones básicas, e incluso ajustar el color de forma preliminar. Esto permite al editor experimentar más rápidamente con diferentes estructuras narrativas y versiones del proyecto.
La tarea es adaptar un equipo de postproducción para aprovechar la IA sin perder el control creativo. Esto implica capacitación, desarrollo de nuevos protocolos de flujo de trabajo y una mentalidad abierta para integrar estas poderosas herramientas, asegurando que la tecnología sirva a la visión artística y no al revés.
Nos preocupa que, al delegar la técnica, el editor no solo pierda el control sobre el proceso, sino también una parte esencial de su alma creativa. Porque la verdadera edición no es solo organizar imágenes, es infundirles vida, y esa vida, de momento, solo la puede dar un ser humano.
Al final, recuerda que hay más información en el canal de Youtube https://www.youtube.com/channel/UCJs9xLwkYU_tDjXYNVhrhrw